Academia Pastoral de North Bergen

Acerca de nosotros

Academia Pastoral de North Bergen

En la Academia Pastoral de North Bergen creemos firmemente que el ministerio pastoral es tanto un privilegio como una responsabilidad sagrada, otorgada por Dios a aquellos que Él ha llamado.

No se trata únicamente de adquirir conocimientos, sino de cultivar un corazón conforme a Cristo, dispuesto a servir a la iglesia con humildad, fidelidad y amor por la verdad del evangelio.

Nuestra misión es preparar hombres fieles a la Palabra, con carácter probado y una visión clara para guiar al pueblo de Dios en obediencia a las Escrituras.

Nos esforzamos en ofrecer una formación académica rigurosa, acompañada de discipulado personal y guía espiritual, de modo que cada estudiante sea equipado no solo en el conocimiento teológico, sino también en la práctica del ministerio y en la vida piadosa.

Aquí encontrarás un espacio donde la enseñanza bíblica se une con la experiencia pastoral, donde la comunidad de hermanos y siervos de Dios camina junta en la fe, y donde cada aspecto de la formación apunta a glorificar a Cristo y a edificar Su iglesia.

  • Preparación bíblica sólida – Estudios centrados en la Escritura como fundamento.

  • Enfoque en el llamado pastoral – Educación práctica para el liderazgo ministerial.

  • Pastores y profesores – Dedicados a enseñar y aplicar todo el consejo de Dios en cada aspecto de la vida.
 

Administración

Detrás de cada ministerio y actividad de la Academia Pastoral de North Bergen, hay un equipo administrativo comprometido con la excelencia y la integridad.

Nuestro personal garantiza que los procesos académicos, financieros y logísticos funcionen de manera eficiente, permitiendo que estudiantes y docentes se enfoquen en el crecimiento espiritual y ministerial. Con dedicación y responsabilidad, velan por que todo se realice con transparencia, orden y en conformidad con principios cristianos. 

Su labor silenciosa pero esencial sostiene la obra de Dios, asegurando que cada recurso sea administrado con fidelidad y que cada aspecto organizativo sirva de apoyo al propósito principal: la formación de hombres para el servicio pastoral y la edificación de la iglesia de Cristo.

Pr. Eugenio Piñero

Pr. Eugenio Piñero

Decano | Profesor
Pr. Ariel Rodriguez

Pr. Ariel Rodriguez

Pastor
Pr. Jeff Smith

Pr. Jeff Smith

Pastor

Miembros Fundadores

La Academia Pastoral de North Bergen nace gracias al compromiso y la visión de un grupo de siervos de Dios que, movidos por el deseo de fortalecer la iglesia local, y guiados por la guía del Señor Jesucristo a través de su espíritu y palabra, dieron los primeros pasos para hacer realidad esta academia.

Con gratitud a Dios, reconocemos a nuestros miembros fundadores:

  • Eugenio Piñero
  • Ariel Rodríguez
  • Daniel Santos
  • Martín Ramírez
  • Frank Medina
  • Andrés Gutiérrez


Cada uno de ellos ha contribuido con su esfuerzo, sabiduría y servicio, sentando las bases de una institución que busca equipar a la iglesia del Señor con una preparación sólida, bíblica y práctica. Hoy honramos su legado y celebramos juntos el inicio de esta nueva etapa en la formación pastoral y ministerial.

Nuestras Creencias

14 Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte, 15 para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad. 1 Timoteo 3:14-15
¿Por qué existen las iglesias? La iglesia cristiana existe, en primer lugar, para adorar a Dios. Cualquier otra actividad debe pasar a un segundo plano. Sólo cuando ponemos el énfasis primordial en Dios y no en nosotros mismos ni en nuestros derechos o nuestras necesidades, le agradamos y cumplimos su designio. Sorprendentemente, cuando adoramos a Dios en lugar de procurar nuestra propia satisfacción, nos sentimos plenos y felices. La Iglesia Bautista Reformada de North Bergen procura adorar a Dios en una atmósfera de reverencia y gozosa solemnidad. Lo hacemos porque el Dios vivo a cuya presencia venimos es: “majestuoso en santidad, temible en las alabanzas”.
“Sin santidad nadie verá al Señor”. Las Escrituras nos aseguran que despojarse de las costumbres que son pecaminosas y revestirse de un estilo de vida y una disposición conforme a Cristo no es algo opcional. No podemos proclamar a Cristo con nuestros labios mientras le negamos con nuestras vidas. No podemos deleitarnos en las maravillosas promesas de Dios si nos negamos a obedecer sus santos mandamientos. Todos los cristianos deben demostrar la realidad de lo que afirman ser a través de una vida de piedad sincera y constante, aunque imperfecta. El principio de esta piedad se encuentra en la ley moral inmutable de Dios, según se resume en los Diez Mandamientos, y queda ejemplarizado en la vida perfecta de Jesucristo. El poder para llevar una vida semejante de piedad viene a través del Espíritu Santo que mora en nosotros.
La Biblia no es un libro de mitos ni se puede ignorar considerándola una reliquia de la historia. La Biblia es la Palabra de Dios relevante para toda la vida. Es el único libro que da respuesta a las preguntas finales y más profundamente desconcertantes de la vida. Proporciona la estructura para que podamos entender nuestro mundo, incluidas todas las áreas del pensamiento y de la cultura. Nos enseña cómo debemos vivir dentro de nuestra familia, en nuestra carrera y en nuestro tiempo de ocio. La Biblia proporciona el patrón de conducta para nuestras iglesias. Habla al hombre con autoridad divina en todas las dimensiones y las esferas de la vida.
En una era en la que muchas otras organizaciones están reemplazando a la iglesia local para llevar a cabo funciones religiosas o sociales, nosotros mantenemos que la iglesia que Jesucristo estableció es esencial e indispensable. La iglesia es el medio que Dios ha establecido para cumplir los fines de Dios. A través de la iglesia se conserva y se proclama la verdad de Dios. Esta proclamación se hace principalmente por medio de la predicación, por parte de hombres fieles, y con el propósito de salvar a los pecadores y fortalecer a los cristianos.
El mensaje central de las Escrituras es el testimonio que dan de la salvación de los pecadores que merecían el infierno, a través de la persona y de la obra de Jesucristo. Creemos y predicamos que Jesucristo es el único Dios-Hombre y, por medio de su vida de perfecta obediencia y el sacrificio sustitutorio que Él mismo hizo llegando hasta la muerte, como aplica el Espíritu Santo de forma soberana, Cristo salva al pecador perdido y culpable. También afirmamos, con igual convicción, que esta salvación fue planificada desde la eternidad y que los hombres entraron en posesión del perdón de los pecados y del don de la vida eterna cuando Dios Padre los llamó poderosamente por su gracia, capacitando al pecador para que se arrepintiera de su pecado y confiara solamente en Jesucristo como Salvador y Señor.

Confesión de Fe de Londres de 1689

16 Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. 17 Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Mateo 16:16-17
  1. La Santa Escritura es la única regla suficiente, segura e infalible de todo conocimiento, fe y obediencia salvadores.1 Aunque la luz de la naturaleza y las obras de la creación y de la providencia manifiestan de tal manera la bondad, sabiduría y poder de Dios que dejan a los hombres sin excusa2, no son, sin embargo, suficientes para dar aquel conocimiento de Dios y de su voluntad que es necesario para la salvación.3 Por tanto, agradó al Señor, en distintas épocas y de diversas maneras, revelarse a sí mismo y declarar su voluntad a su Iglesia;4 y posteriormente, para conservar y propagar mejor la verdad y para un establecimiento y consuelo más seguros de la Iglesia contra la corrupción de la carne y la malicia de Satanás y del mundo, le agradó poner por escrito esa revelación en su totalidad, lo cual hace a las Santas Escrituras muy necesarias,5 habiendo cesado ya aquellas maneras anteriores por las cuales Dios reveló su voluntad a su pueblo.6

    1. 2 Ti. 3:15-17; Is. 8:20; Lc. 16:29,31; Ef. 2:20
    2. Ro. 1:19-21,32; Ro. 2:12a,14,15; Sal. 19:1-3
    3. Sal. 19:1-3 con vv. 7-11; Ro. 1:19-21; 2:12a,14,15 con 1:16,17 y 3:21
    4. He. 1:1,2a
    5. Pr. 22:19-21; Lc. 1:1-4; 2 P. 1:12-15; 3:1; Dt. 17:18ss.; 31:9ss.,19ss.; 1 Co. 15:1;2 Ts. 2:1,2,15; 3:17; Ro. 1:8-15; G. 4:20; 6:11; 1 Ti. 3:14ss.; Ap. 1:9,19; 2:1, etc.; Ro. 15:4; 2 P. 1:19-21
    6. He. 1:1,2a; Hch. 1:21,22; 1 Co. 9:1; 15:7,8; Ef. 2:20

  2. Bajo el nombre de la Santa Escritura, o la Palabra de Dios escrita, están ya contenidos todos los libros del Antiguo y Nuevo Testamento, que son éstos: [A continuación están los nombres de los treinta y nueve libros del Antiguo Testamento y los veintisiete del Nuevo.] Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio, Josué, Jueces, Rut, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes, 1 y 2 Crónicas, Esdras, Nehemías, Ester, Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los cantares, Isaías, Jeremías, Lamentaciones, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías, Malaquías. Mateo, Marcos, Lucas, Juan, Hechos, Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Éfesios, Filipenses, Colosenses, 1 y 2 Tesalonicenses, 1 y 2 Timoteo, Tito, Filemón, Hebreos, Santiago, 1 y 2 Pedro, 1,2 y 3 Juan, Judas, Apocalipsis

    Todos ellos fueron dados por inspiración de Dios para ser la regla de fe y de vida.1

    1. 2 Ti. 3:16 con 1 Ti. 5:17,18; 2 P. 3:16

  3. Los libros comúnmente llamados Apócrifos, no siendo de inspiración divina, no forman parte del canon o regla de la Escritura y, por tanto, no tienen autoridad para la Iglesia de Dios, ni deben aceptarse ni usarse excepto de la misma manera que otros escritos humanos.1

    1. Lc. 24:27,44; Ro. 3:2

  4. La autoridad de la Santa Escritura, por la que ésta debe ser creída, no depende del testimonio de ningún hombre o iglesia,1 sino enteramente de Dios (quien es la verdad misma), el autor de ella; por tanto, debe ser recibida porque es la Palabra de Dios.2

    1. Lc. 16:27-31; G. 1:8,9; Ef. 2:20
    2. 2 Ti. 3:15; Ro. 1:2; 3:2; Hch. 2:16; 4:25; Mt. 13:35; Ro. 9:17; G. 3:8; Ro. 15:4; 1 Co. 10:11; Mt. 22:32; Lc. 16:17; Mt. 22:41ss; Jn. 10:35; G. 3:16; Hch. 1:16; 2:24ss; 13:34,35; Jn. 19:34-36; 19:24; Lc. 22:37; Mt. 26:54; Jn. 13:18; 2 Ti. 3:16; 2 P. 1:19-21; Mt.5:17,18; 4:1-11

  5. El testimonio de la Iglesia de Dios puede movernos e inducirnos a tener una alta y reverente estima por las Santas Escrituras;1 y el carácter celestial del contenido, la eficacia de la doctrina, la majestad del estilo, la armonía de todas las partes, el fin que se propone alcanzar en todo su conjunto (que es el de dar toda la gloria a Dios), la plena revelación que dan del único camino de salvación para el hombre, y muchas otras incomparables excelencias y plenas perfecciones de las mismas, son argumentos por los cuales dan abundante evidencia de ser la Palabra de Dios.2 A pesar de ello, sin embargo, nuestra plena persuasión y certeza de su verdad infalible y su autoridad divina provienen de la obra interna del Espíritu Santo, quien da testimonio en nuestros corazones por medio de la Palabra y con ella.3

    1. 2 Ti. 3:14,15
    2. Jer. 23:28,29; Lc. 16:27-31; Jn. 6:63; 1 P. 1:23-25; He. 4:12,13; Dt. 31:11-13; Jn. 20:31; G. 1:8,9; Mr. 16:15,16
    3. Mt. 16:17; 1 Co. 2:14ss.; Jn. 3:3; 1 Co. 2:4,5; 1 Ts. 1:5,6; 1 Jn. 2:20,21con v. 27

  6. Todo el consejo de Dios tocante a todas las cosas necesarias para su propia gloria, la salvación del hombre, la fe y la vida, está expresamente expuesto o necesariamente contenido en la Santa Escritura; a la cual nada, en ningún momento, ha de añadirse, ni por nueva revelación del Espíritu ni por las tradiciones de los hombres.1Sin embargo, reconocemos que la iluminación interna del Espíritu de Dios es necesaria para un entendimiento salvador de aquellas cosas que están reveladas en la Palabra,2 y que hay algunas circunstancias tocantes a la adoración de Dios y al gobierno de la Iglesia, comunes a las acciones y sociedades humanas, que han de determinarse conforme a la luz de la naturaleza y de la prudencia cristiana, según las normas generales de la Palabra, que han de guardarse siempre.3

    1. 2 Ti. 3:15-17; Dt. 4:2; Hch. 20:20,27; Sal. 19:7; 119:6,9,104,128
    2. Jn. 6:45; 1 Co. 2:9-14
    3. 1 Co. 14:26,40

  7. No todas las cosas contenidas en las Escrituras son igualmente claras en sí mismas1 ni son igualmente claras para todos;2 sin embargo, las cosas que necesariamente han de saberse, creerse y guardarse para salvación, se proponen y exponen tan claramente en uno u otro lugar de la Escritura que no solo los eruditos, sino los que no lo son, pueden adquirir un entendimiento suficiente de tales cosas por el uso adecuado de los medios ordinarios.3

    1. 2 P. 3:16
    2. 2 Ti. 3:15-17
    3. 2 Ti. 3:14-17; Sal. 19:7-8; 119:105; 2 P. 1:19; Pr. 6:22,23; Dt.30:11-14

  8. El Antiguo Testamento en hebreo (que era el idioma nativo del pueblo de Dios antiguamente),1 y el Nuevo Testamento en griego (que en el tiempo en que fue escrito era el idioma más generalmente conocido entre las naciones), siendo inspirados inmediatamente por Dios y mantenidos puros a lo largo de todos los tiempos por su especial cuidado y providencia, son, por tanto, auténticos;2 de tal forma que, en toda controversia religiosa, la Iglesia debe apelar a ellos en última instancia.3 Pero debido a que estos idiomas originales no son conocidos por todo el pueblo de Dios, que tiene derecho a las Escrituras e interés en las mismas, y se le manda leerlas y escudriñarlas4 en el temor de Dios, se sigue que han de traducirse a la lengua vulgar [es decir, común] de toda nación a la que sean llevadas,5 para que morando abundantemente la Palabra de Dios en todos, puedan adorarle de manera aceptable y para que, por la paciencia y consolación de las Escrituras, tengan esperanza.6

    1. Ro. 3:2
    2. Mt. 5:18
    3. Is. 8:20; Hch. 15:15; 2 Ti. 3:16,17; Jn. 10:34-36
    4. Dt. 17:18-20; Pr. 2:1-5; 8:34; Jn. 5:39,46
    5. 1 Co. 14:6,9,11,12,24,28
    6. Col. 3:16; Ro. 15:4

  9. La regla infalible de interpretación de la Escritura es la propia Escritura; y, por consiguiente, cuando surge una duda respecto al verdadero y pleno sentido de cualquier Escritura (que no es múltiple, sino único), éste se debe buscar por medio de otros pasajes que hablen con más claridad.1

    1. Is. 8:20; Jn. 10:34-36; Hch. 15:15,16

  10. El juez supremo, por el que deben decidirse todas las controversias religiosas, y por el que deben examinarse todos los decretos de concilios, las opiniones de autores antiguos, las doctrinas de hombres y espíritus particulares, y cuya sentencia debemos acatar, no puede ser otro sino la Santa Escritura entregada por el Espíritu. A dicha Escritura así entregada, se reduce nuestra fe en última instancia.1

    1. Mt. 22:29,31,32; Ef. 2:20; Hch. 28:23-25

Academia Pastoral de North Bergen

Formación Bíblica y Pastoral

para servir a Dios y a su iglesia